20.1.17

el ardid del adivino

Durante los trabajos de cimentación del templo de Júpiter en el Capitolio de Roma (en época del rey Tarquino Prisco, a finales del siglo VII a.C.) fue encontrada la cabeza de un hombre recién degollado. Dionisio de Halicarnaso dice que tenía el rostro igual al de una persona viva, con la sangre que fluía del corte todavía caliente.

Tarquino decidió entonces enviar a una delegación romana ante Oleno Caleno, el más prestigioso de los adivinos etruscos, para que éste le revelase el significado del hallazgo. Intuyendo el valor y el sentido favorable del presagio, Oleno trató de transferirlo a su propia nación mediante una artimaña. Trazó sobre la tierra, con su bastón, la figura del templo preguntando continuamente:
¿Entendéis querer decir esto, oh romanos? ¿Es aquí que surgirá el templo de Júpiter Óptimo Máximo? ¿Aquí habéis encontrado la cabeza? (Plinio, NH, XXVIII 15)
Según Plinio los Anales Máximos sostenían que el destino prometido hubiese caído en favor de Etruria si los componentes de la delegación no hubieran sido advertido por el hijo del adivino. De forma que éstos respondieron: “No es precisamente aquí sino en Roma donde hemos encontrado la cabeza”.

Oleno Caleno, al no poder engañarlos ni apropiarse del presagio, les dijo:
Romanos, decid a vuestros conciudadanos que está determinado por el destino que ese lugar donde habéis encontrado la cabeza que llegue a ser la cabeza de toda Italia (DH, IV, 2)
SANTIAGO MONTERO
“Diccionario de adivinos, magos y astrólogos de la Antigüedad”
fuente: https://issuu.com/mazzymazzy/docs/235572305-montero-santiago-dicciona

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