22.3.17

la inmortalidad es ser recordado

Mi viejo maestro, que infundió en mi juventud el espíritu de la Hélade y que me hizo comprender que se puede estar en prisión y seguir siendo un ser libre, ahora ya no es más que un montón de cenizas en el fondo de una urna funeraria. La nada, ayer simple palabra pronunciada por un filósofo escéptico, adquiere de pronto para mí la forma de una idea. Tal vez lo que llamamos la inmortalidad del alma no sea más que la duración del recuerdo de lo que hemos amado. Después, todo termina. Ya no queda nada.

BERNARD SIMIOT
“Yo, Zenobia, Reina de Palmira”

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